jueves, 15 de septiembre de 2016

A lo suyos vino

Testigo mudo de un encuentro fue el pozo de Jacob o Sicar. Pues era el lugar donde todas las mujeres se encontraban por agua y se enteraban de las novedades. La mujer Samaritana llevaba una vida desordenada y se aparecía al mediodía. Como una manera de llegar a las ovejas perdidas de Israel, el destino había preparado su encuentro con el Maestro y este, le busca conversación. Aquella resignada a su realidad y pese a llevar una carga negativa pero orgullosa de sus raíces lo rechaza. Sin conocerla le comenta su intimidad entonces ella intuyendo que era alguien especial le reclama por los derechos de sus antepasados. Y Él no pierde la ocasión revelándose como el Mesías y comentándole las intenciones de Dios. La mujer marcha presurosa al pueblo contando su encuentro a todo el mundo y vienen muchos rogándole que se quede. (Jn 4:40).
Después de consumada la crucifixión y luego de levantarse de los muertos, deja instrucciones de ir al resto del mundo empezando por Judea luego Samaria donde a raíz del incidente del Pozo muchos creyeron en Él y a quienes Felipe confirmó la resurrección. (Hechos 8:5) Y tanto Pedro como Juan cumplieron la misión de bautizarlos con el Espíritu (Hechos 8:14-17) 
El sacramento de fuego es el don que recibió Pedro hecho que más tarde confirmaría como su Ministerio (1 Ped 4:10) Y quienes nunca tuvieron un encuentro desconocen al autor de la fe y de la redención y lo que desea que hagamos.
En resumen: Jesús fundó la Iglesia sobre La Palabra y entre los Samaritanos. Sus discípulos lo abandonaron y no hubo quien contara lo sucedido en esos dos días. Y estos versículos confirman aquel pensamiento:
A lo suyos vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Esta promesa que figura en Juan 1:11-13,  alcanza a todos los creyentes